La Iglesia Luterana Costarricense inició el periodo cuaresmal mediante la liturgia del Miércoles de Ceniza. Con 40 días de penitencia y reflexión nos preparamos para la Semana Santa. La celebración de la Pascua.
Es un tiempo para tomar conciencia, en un profundo silencio reflexivo, de la necesidad de transformación. Experimentar la conversión a la vivencia del Reino inclusivo y solidario de Jesucristo.
Las cenizas nos muestran la fragilidad y finitud humana. Nos invitan a una honda reflexión acerca de nuestra humanidad, y sobre las consecuencias del pecado personal y estructural.
La cruz de ceniza es señal de arrepentimiento. Del necesario recogimiento en la soledad del desierto, para así transitar el valle de sombras y nacer a la luz de Cristo.
Al poner las cenizas en la frente de las personas recordamos que, “Polvo sos y al polvo volverás” (Gn 3:19). La cruz recuerda a las personas cristianas el bautismo, símbolo del nacimiento a la realidad del nuevo ser en Cristo.
La concientización y la conversión son urgentes para este mundo conmocionado. En esta Cuaresma Dios nos convoca a escuchar y a unirnos al clamor para que cese el sufrimiento de millones de personas alrededor del mundo. En particular, ese clamor que se eleva desde Tierra Santa, en donde la población palestina, inmersa en una crisis humanitaria, es cotidianamente diezmada por las Fuerzas de Defensa de Israel, y en donde cientos de familias israelíes lloran la ausencia de sus seres queridos, asesinados o secuestrados por Hamás.
Ojalá haya conversión y se cumpla en muchas personas, organizaciones y Estados lo que reza este texto bíblico:
”Yo les daré un corazón sincero y pondré en ellos un espíritu renovado. Les arrancaré el corazón de piedra que ahora tienen y pondré en ellos un corazón de carne” Ezequiel 11:19.