Este inicio del año de la iglesia se celebra tan cerca del Día Mundial del Sida que también nos incita a todos nosotros y nosotras a levantar nuestra mirada y comenzar a comprender el significado que tienen todas nuestra reacciones personales, comunitarias y sociales frente a la epidemia del vih para nuestras vidas, que nos permita recorrer en comunión nuevos caminos de Fraternidad y Justicia.
Indudablemente estamos llamados a ser Hombres y Mujeres de Esperanza. Frente al agobio de las estadísticas que hemos considerado en tantos mensajes e información recibida durante estos días, muchos y muchas de nosotros nos hemos parado en las esquinas de nuestras ciudades con un folleto informativo en nuestras manos como única herramienta de transformación. Hemos confiado en ese gesto simple y humilde de entregar información, de ser signos vivientes de disponibilidad para acompañar y ayudar, y hemos pensado que ese era un gesto de liberación. Indudablemente no somos tan inocentes ni ingenuos. Sabemos que los procesos de transfiguración, de cambio y de liberación son mucho más complejos.
Los datos sobre la dimensión de la epidemia, las estadísticas devastadoras, las trabas para el acceso universal a los medios de prevención, a una adecuada educación e información, a los medicamentos que salvan vida y de los cuales, gran parte de las personas que viven con vih o sida están privados. Esas estadísticas y esas situaciones de injusticia no pueden matar nuestra esperanza ni deteriorar nuestro compromiso. Muy por el contrario, esas barreras que parecen tan fuertes y poderosos sabemos que tienen los días contados. El futuro no pertenece a la injusticia y a la falta de equidad entre los seres humanos, sino que el futuro pertenece a una comunidad más justa y solidaria. ¡Hacia allá vamos!
Esta epidemia del vih y del sida, junto con otras situaciones de crisis y catástrofe pueden hacerle perder a los cristianos y a las personas de fe religiosa su esperanza en la liberación de todo sistema de exclusión y opresión. Muy por el contrario, nos tiene que fortalecer. Esa es la lectura que le damos a ese gesto simple que hemos repetido el Día Mundial del SIDA al entregar el pequeño folleto informativo. Ese gesto tiene una dimensión de esperanza y de confianza en que las injusticias tendrán fin porque sabemos que el acceso universal a los medicamentos está cerca, que el fin del estigma y la marginación es posible y que un mundo nuevo está por nacer a la vuelta de la esquina.
Por eso nos hemos parado en todas las esquinas de las ciudades del mundo, porque somos una comunidad de hombres y mujeres que tienen confianza y que en ese simple gesto de entregar un folleto reafirmamos nuestro compromiso de trabajar en contra de este sistema destructivo de dignidades y de vidas para juntos con todos esos hombres y mujeres a quienes entregamos el folleto, reafirmamos nuestro compromiso de cumplir las metas que la Declaración de Compromiso firmada por nuestros gobiernos es nuestra esperanza.
En medio de tantas catástrofes que nos anuncian estadísticas y gráficos, informes y mensajes, nosotros y nosotras que trabajamos desde las comunidades de fe en la crisis del vih y del sida, ya comenzamos a contemplar otra nube. Contemplamos aquella nube que nos anuncia la manifestación de Dios, y esa manifestación siempre es manifestación de liberación de temores, de injusticias y de opresión. En este Día Mundial del SIDA anunciamos que ya estamos vislumbrando en el horizonte un mundo nuevo, renovado en la justicia y la comunión. Ninguna estadística ni ninguna legislación internacional de comercio injusto nos pueden separar de esa esperanza que es nuestro compromiso. Es por ello que hoy gritamos que la construcción de ese mundo es nuestro compromiso y que por ello hemos salido a las esquinas del mundo. Ninguna negra realidad nos impedirá reafirmar nuestro compromiso y nuestros miedos y cansancio tampoco serán un obstáculo para que este año lo dediquemos a cumplir y hacer cumplir las promesas y compromisos.
Sabemos que el miedo es un camino sin salida y sin futuro. Por ello interpretamos la epidemia del vih y del sida desde una perspectiva de liberación. Sabemos que el mundo y las iglesias serán y ya son, diferentes. La epidemia está transformando la realidad, y no desde el punto de vista médico solamente. Si levantamos nuestras miradas podemos ver cantidad de signos positivos y totalmente nuevos en nuestras comunidades de fe. Cada vez más se puede dialogar sobre temas que hasta ayer eran prohibidos. Las puertas de nuestras comunidades, de nuestras mentes y de nuestros corazones se abren a la llegada de los grupos y personas vulnerables al vih y sida. Les vemos llegar desde el norte, desde el sur, desde el este y desde el oeste de nuestros mapas de prejuicios y discriminación y las puertas de nuestras comunidades comienzan a abrirse y a recibirles en dignidad y honor. Ya nuestras comunidades no pueden ser las mismas, ya no podemos repetir viejos discursos, ya no leemos las Escrituras ni los signos de Dios de la misma manera. ¡Ya no!
La epidemia del vih y del sida nos ha desafiado y nos desafía a poner palabras allí donde hasta ayer había silencio. La epidemia y nuestra identidad confesional nos compelen a romper el silencio y todos los silencios. Allí donde había exclusión y estigmatización, la epidemia nos compele y empuja a ser comunidad de bienvenida, de acogida incondicional, en definitiva a ser aquella iglesia en la cual Jesús de Nazaret soñó que fuera su cuerpo y su alma en el mundo.
Hemos salido a las esquinas del mundo en el Día Mundial del SIDA porque tenemos algo para decir, algo para vivir y mucho para cumplir. En medio de esta epidemia estamos llamados a elevar nuestra mirada y contemplar en esperanza y fe un mundo y una iglesia renovada en la fidelidad que cumple su compromiso de ser la Casa Común de todos y de todas, sin exclusión, sin oriente ni occidente, sin clases altas o bajas. Estamos llamados a cumplir la promesa de ser el espacio del arco iris que anuncia que los diluvios han cesado y que el amor de Dios se hace realidad en la simple hojita de olivo.
En este Día Mundial del SIDA nos hemos revestido de muchos rojos, en cintas, ropas, estandartes. Esos rojos anuncian el fuego del Espíritu que en medio de las tristezas, de la memoria de tantos amigos y amigas hoy ausentes a causa del vih y del sida, no nos dejamos doblegar y apostamos más fuerte a un futuro lleno de alegría y de mucha más felicidad. Ese es nuestro compromiso. Tenemos confianza en el futuro de la resurrección de un nuevo orden cósmico más humano, porque lo más humano es lo más divino, es lo que más se acerca a la imagen de Ser Humano que viene en esa nueva nube de Dios.
Esta esperanza y esta alegría no es ni boba y ingenua. Sabemos que aún hay mucho prejuicio, estigma, discriminación, injusticia humana y social, muchos conflictos de muerte, pero nos da alegría poder salir a las calles y a las esquinas a renovar nuestro compromiso de trabajar juntos con todas las organizaciones de la sociedad civil y de todos los organismos de gobiernos en la construcción de ese mundo y esa iglesia nueva. Nos hemos comprometido a no quedarnos en nuestros espacios cerrados, nos hemos comprometido a salir a los caminos de Dios y anunciar liberación y esperanza.
Esta situación no va a quedar así ni puede quedar así. Anunciamos y renovamos nuestro compromiso de caminar junto a todas las personas vulnerables para que ocupen su lugar de dignidad al cual Dios mismo les ha llamado. Esta realidad nos mueve y nos da coraje. La epidemia nos da miedo pero si la miramos con los ojos de Dios puede ser una herramienta de transformación, reconciliación y empoderamiento. Seamos fieles a nuestra vocación y cumplamos nuestro compromiso de bautismo de ser Cristo que está dispuesto a entregar sus vidas en las muchas cruces que aún hoy el sistema de exclusión levanta pero que no podrá seguir levantando.
Por eso, en el Día Mundial del SIDA nos hemos puesto de pie, hemos salido a los caminos y calles de nuestras ciudades para renovar el compromiso de nuestro bautismo, de nuestra identidad como cristianos y cristianas. Sabemos que contamos con Dios en nuestra tarea, porque esta es su tarea, sin él nada hubiera sido posible. En fe confiamos en su proyecto y pedimos que en su gracia, utilice nuestra simplicidad, nuestros temores, nuestras vidas y nuestras esperanzas para que todo le pertenezca y nos pueda liberar de nuestros egoísmos y nos ayude a liberar a nuestra sociedad y a nuestras iglesias de temores y que también salga a las calles para renovar su compromiso.
Hoy sabemos que los signos apocalípticos no son signos de catástrofes sino de revelación del plan de Dios y ese plan siempre es de liberación. Ante las crisis los cristianos y cristianas las transformamos en oportunidades de liberación. Cumplamos entonces nuestro compromiso de ser signos de esa liberación de Dios que aleja de nosotros todo vestigio de estigma y discriminación. Cumplamos nuestro compromiso de bautismo: seamos signos de justicia, paz y solidaridad.
Levantamos nuestra mirada porque sabemos que lo mejor está delante de nosotros. El futuro será diferente si nosotros y nosotras cumplimos nuestro compromiso y dejamos actuar la gracia de Dios. Dios vendrá a juzgar pero siempre a juzgar en el amor. El futuro de nuestra comunidad cristiana se mediré, en la epidemia del vih y sida, en el compromiso de amar en la sorprendente gracia de Dios.
Ya no somos espectadores sino actores y actrices de una historia de liberación construida en la gracia y de acuerdo al proyecto de Dios revelado en Jesús de Nazaret. ¿Cómo interpretamos los signos, estadísticas y desafíos de la epidemia del vih y del sida
Para que en el Día Mundial del SIDA renovemos nuestro compromiso con el proyecto que la encarnación de Jesús en Belén revela a los impuros, excluidos y excluidas, a los sospechosos de siempre y que la Navidad se transforme en el reencuentro y la reconciliación de todos y todas, roguemos al Señor para que nos ayude a cumplir nuestros compromisos...
Por todos los que en este Día Mundial del SIDA y en este tiempo de adviento lloran y se desesperan ante la inmensidad de la tarea y los desafíos, para que encuentren fuerza en tu Espíritu, esperanza en el Evangelio de Jesús de Nazaret y apoyo en las comunidades de fe... roguemos al Señor para que nos ayude a cumplir nuestros compromisos...
Por todas las personas que han renovado su compromiso de hacer posible las metas fijadas en la Declaración de Compromiso firmada en las Naciones Unidas por todos los gobiernos del mundo y apoyados por todas la organizaciones de la sociedad civil, para que nada ni nadie nos aparte de esas metas y de esos sueños para que todos y todas puedan vivir la plenitud de sus vidas, roguemos al Señor para que nos ayude a cumplir nuestros compromisos. ...
Por todas las otras personas que viven de espaldas a la realidad de la epidemia del vih y del sida pidan romper los muchos silencios y comprometerse para que esta epidemia sea historia, roguemos al Señor para que nos ayude a cumplir nuestros compromisos....
Por la esperanza de los pobres, las personas a las que hemos transformado en meras estadísticas de la epidemia del vih y del sida; para que por nuestro compromiso valiente por la transformación del mundo y de las iglesias seamos espacio de adviento, esperanza, de promoción de derechos, de buena noticia para estos hermanos y hermanas nuestros, roguemos al Señor para que nos ayude a cumplir nuestros compromisos…
Autor: Pastor Lisandro Orlov
Pastoral Ecuménica VIH-SIDA
Buenos Aires. Argentina