El Compromiso ético teológico por mejorar la condición del migrante, y la preocupación constante por construir una sociedad menos xenofóbica, son nuestros desafíos a llevar a cabo con la Comunidad La Carpio.
La Carpio se ubica al Oeste de San José y pertenece al distrito llamado La Uruca. Esta comunidad se forma entre 1993 y 1994, con la invasión de varias personas a tierras desocupadas que pertenecían al gobierno.
El nombre de “La Carpio” es el apellido del hombre costarricense, que asumió, junto con otras personas, el liderazgo
en torno al movimiento para la toma de tierras.
El territorio total de La Carpio son 58 hectáreas. La comunidad esta rodeada por dos ríos. Al oeste esta ubicado el relleno sanitario, y al este está el único acceso a la comunidad, lo que impide la extensión del territorio, pese a que la población sigue creciendo.
La población total es de 13.866 habitantes, según el censo del 2000. Sin embargo, gran cantidad de habitantes figuran como inmigrantes ilegales, y en los últimos 5 años se estima que dicha comunidad ha crecido, a 22.296 personas.
El problema es que estos datos no reflejan la realidad demográfica actual de esa localidad, pues estos números reportan solamente a los migrantes que ingresan ilegalmente.
Asimismo, La Carpio está aislada de cualquier otro centro habitacional. Geográficamente no tiene posibilidades de expandirse. Su aspecto es similar a una isla, incomunicable con otros sectores de la región.
El paisaje de La Carpio se caracteriza por la precariedad en las condiciones de vida. Los datos nacionales evidencian que 2.260 nicaragüenses viven en tugurios.
El desempleo, condiciones paupérrimas para un buen estado de salud y una escasa educación son el diario vivir que enfrentan los nicaragüenses.
“Ranchos construidos con material de desecho, vías de acceso en pésimo estado, desorden de instalación de viviendas y niños corriendo por los barriales son los elementos que ofrece este barrio”, expresó Marcos Rodríguez, pastor misionero"
“…con lo que escucho en la visitas, consejería y atención pastoral, se puede percibir que todas estas realidades están en la cotidianeidad de la gente de La Carpio”, agregó Rodríguez.
Entre el negro y el rojo
El compromiso con su gente, en lucha constante contra la sombra de la desigualdad y la discriminación, es lo que motiva a seguir a la nicaragüense Alba Luz Álvarez, promotora pastoral de la ILCO en la Comunidad La Carpio.
Pese al rojo vivo de la sangre derramada de su pueblo, y sobre la nube negra de la desesperanza de las condiciones de muchos migrantes, Álvarez deposita toda la confianza en Dios para que por medio de su trabajo, su pueblo pueda algún día reivindicarse.
Asesoría migratoria, orientación legal, y su perseverancia constante para mejorar los derechos de las trabajadoras domesticas son algunas de las tantas tareas en las que se desempeña Alba Luz.
“El resentimiento se convierte en un sentimiento de cólera, por eso
yo siempre incito a mi gente que dejen de lado las cosas que nos
hacen sentir mal, pues eso nos permite crecer como personas,
dejar el pasado y luchar por una vida mejor…”, expresó Álvarez.